Inventos argentinos
1810
Miguel Colombise
Nuevo control de navegación para aeróstatos.
Miguel Colombise
Nuevo control de navegación para aeróstatos.
1813
Andrés Tejeda
Máquina hiladora.
Andrés Tejeda
Máquina hiladora.
1813
Fray Luis Beltrán
Herramientas metalúrgicas, arneses y batanes para el Ejército de los Andes.
Fray Luis Beltrán
Herramientas metalúrgicas, arneses y batanes para el Ejército de los Andes.
1876
Elías O´Donell
Nuevo tipo de aeróstato.
1891
Juan Vucetich
Sistema Dactiloscópico para la identificación de las personas.
1914
Luis Agote
Instrumentos para la transfusión sanguínea. Realiza por primera vez en el mundo una transfusión con sangre almacenada.
1916
Raúl Pateras de Pescara
Primer helicóptero eficaz en la historia de la aviación.
Raúl Pateras de Pescara
Primer helicóptero eficaz en la historia de la aviación.
1917
Quirino Cristiani
Tecnología para realizar dibujos animados.Filma el primer largometraje de dibujos animados.
1925
Vicente Almandos Almonacid
Sistema de navegación nocturno de aviones y guías para bombarderos.
Vicente Almandos Almonacid
Sistema de navegación nocturno de aviones y guías para bombarderos.
1928
Ángel Di Césare y Alejandro Castelvi
Colectivo
1929
Francisco Avolio
Amortiguador hidroneumático
Francisco Avolio
Amortiguador hidroneumático
1930
Enrique Finochietto
Instrumental quirúrgico, por ejemplo el separador intercostal a cremallera
Enrique Finochietto
Instrumental quirúrgico, por ejemplo el separador intercostal a cremallera
1953
José Fandi
Secador de pisos de una sola pieza, instrumento doméstico
1970
Eduardo Taurozzi
Motor pendular de combustión interna
1970
Juan Bertagni
Plano sonoro
Juan Bertagni
Plano sonoro
1979
Francisco De Pedro
Soporte fijo para marcapasos
Francisco De Pedro
Soporte fijo para marcapasos
1983
Mario Dávila
Semáforo para ciegos
1989
Carlos Arcusín
Jeringa autodescartable. Capuchón de seguridad para agujas hipodérmicas
1994
Claudio Blotta
Camilla automática para emergencias
Bebida tradicional argentina
El mate
Yerba mate, nombre común de una planta arbórea ,originaria de América del Sur, y de cuyas hojas se obtiene una infusión conocida como mate, té de Paraguay o, también, yerba mate.
Se trata de una planta perenne que puede alcanzar hasta los 20 m. de altura, y el fruto es una drupa carnosa de color rojo vivo que toma un color negro en la madurez. La planta bajo cultivo no supera los 6m. debido a la poda anual. En Argentina solo se cultiva en Corrientes y Misiones, debido a sus características climáticas.
El empleo de la yerba mate es muy antiguo, pues ya los indios masticaban las hojas verdes, y su consumo sigue muy extendido hoy día en América del Sur.
Las hojas secadas, tostadas, pulverizadas y molidas se utilizan para la preparación de una infusión parecida al té, de sabor agradable y refrescante. Esta bebida contiene ca

En Argentina es consumida a toda hora, tanto en el hogar como en ámbitos laborales y educativos generalmente en forma compartida. Es considerada como una bebida habitual, por lo cual está incluida en la Canasta Básica de Alimentos. La yerba mate puede beberse preparada según diversas modalidades:
- Mate cebado. La yerba mate se coloca dentro de un pequeño recipiente, llamado mate. El mismo puede ser de diversos materiales como metal, madera o estructuras de frutos naturales. El mate se "ceba" o se sirve con agua caliente. Mediante una bombilla (tubo de metal o caña con perforaciones en su parte inferior que, al sumergirla en el mate con yerba, cumple la función de sorbete y colador) se toma el líquido resultante.
- Tereré. Responde a esta denominación el mate cebado con agua fría.
- Mate cocido. Esta forma de consumo responde a la infusión para beber en taza. La preparación se lleva a cabo vertiendo agua caliente sobre yerba mate en saquitos o bien molida, en cuyo caso debe ser colada antes de beberla, como sucede con el té en hebras.
El ave Nacional Argentina

Es una ave que posee una merecida fama por su actividad trabajadora, por su sorprendente nido de adobe. Sobre su temperamento, podemos decir que es manso, de andar elegante y muy caminador.
Es infaltable su presencia en parques, plazas y otros espacios verdes, donde recorre con paciencia y esmero en busca de lombrices y otros invertebrados desprevenidos que caza con extrema habilidad.
Es un ave simpática, que no teme a las cercanías del hombre. Siempre anda en pareja y se instala lo mismo en un poste telefónico que en la cornisa de una casa.
Sus vuelos son, generalmente alrededor del nido, para buscar materiales para su construcción o alimento para los pichones, nunca se aleja, en el suelo anda a los saltitos. Mide entre diecisiete y veintidós centímetros de largo y pesa unos setenta y cinco gramos.
Es infaltable su presencia en parques, plazas y otros espacios verdes, donde recorre con paciencia y esmero en busca de lombrices y otros invertebrados desprevenidos que caza con extrema habilidad.
Es un ave simpática, que no teme a las cercanías del hombre. Siempre anda en pareja y se instala lo mismo en un poste telefónico que en la cornisa de una casa.
Sus vuelos son, generalmente alrededor del nido, para buscar materiales para su construcción o alimento para los pichones, nunca se aleja, en el suelo anda a los saltitos. Mide entre diecisiete y veintidós centímetros de largo y pesa unos setenta y cinco gramos.
El hornero tiene una única compañera en toda su vida. El macho y la hembra cantan a dúo emitiendo agudos trinos que pueden oírse todo el año. El más conocido hornero de la pampa argentina es el hornero rojizo. Son grandes insectívoros, buscan su alimento en la tierra, entre las hojas o en los campos arados. Comen sobre todo insectos: mariposas y larvas de mariposas, hormigas, arañas, gusanos, langostas, escarabajos, de esta manera colaboran con el agricultor, ya que eliminan los insectos perjudiciales para las plantas.
Flor Nacional de Argentina

Para designar a la flor nacional el Ministerio de Agricultura designó una comisión especial que propuso al ceibo como flor nacional.
Entre otros considerandos, el decreto 13.847 resalta como motivos de la elección:
Que la flor del ceibo ha merecido la preferencia de gran número de habitantes de distintas zonas del país, en las diversas encuestas populares promovidas por órganos del periodismo y entidades culturales y científicas.
Que estas circunstancias han determinado el conocimiento de la flor del ceibo en casi todos los países de Europa y América, donde ya figura, en virtud de dichos antecedentes, como representante floral de la República Argentina.
Que la flor del ceibo, cuya difusión abarca extensas zonas del país, ha sido evocada en leyendas aborígenes y cantada por poetas, sirviendo también de motivo para trozos musicales que han enriquecido nuestro folklore, con expresiones artísticas de hondo arraigo popular y típicamente autóctonas.
Que el color del ceibo figura entre los que ostenta nuestro escudo, expresión de argentinidad y emblema de nuestra patria.
Que además de poseer el árbol del ceibo, por su madera, aplicaciones industriales, su extraordinaria resistencia al medio y su fácil multiplicación han contribuido a la formación geológica del delta mesopotámico, orgullo del país y admiración del mundo.
Que diversas instituciones oficiales, civiles y militares, han establecido la plantación del ceibo al pie del mástil que sustenta nuestra bandera, asignándole así un carácter simbólico y tradicionalista.
Que por otra parte no existe en la República una flor que encierre características botánicas, fitogeográficas, artísticas o históricas que hayan merecido la unanimidad de las opiniones para asignarle jerarquía de flor nacional, por lo que las predilecciones, como se ha puesto de manifiesto en las encuestas y concursos llevados a cabo.
Que además no existe la posibilidad de que una determinada planta abarque sin solución de continuidad toda la extensión del país por la diversidad de sus condiciones climáticas y ecológicas.
Entre otros considerandos, el decreto 13.847 resalta como motivos de la elección:
Que la flor del ceibo ha merecido la preferencia de gran número de habitantes de distintas zonas del país, en las diversas encuestas populares promovidas por órganos del periodismo y entidades culturales y científicas.
Que estas circunstancias han determinado el conocimiento de la flor del ceibo en casi todos los países de Europa y América, donde ya figura, en virtud de dichos antecedentes, como representante floral de la República Argentina.
Que la flor del ceibo, cuya difusión abarca extensas zonas del país, ha sido evocada en leyendas aborígenes y cantada por poetas, sirviendo también de motivo para trozos musicales que han enriquecido nuestro folklore, con expresiones artísticas de hondo arraigo popular y típicamente autóctonas.
Que el color del ceibo figura entre los que ostenta nuestro escudo, expresión de argentinidad y emblema de nuestra patria.
Que además de poseer el árbol del ceibo, por su madera, aplicaciones industriales, su extraordinaria resistencia al medio y su fácil multiplicación han contribuido a la formación geológica del delta mesopotámico, orgullo del país y admiración del mundo.
Que diversas instituciones oficiales, civiles y militares, han establecido la plantación del ceibo al pie del mástil que sustenta nuestra bandera, asignándole así un carácter simbólico y tradicionalista.
Que por otra parte no existe en la República una flor que encierre características botánicas, fitogeográficas, artísticas o históricas que hayan merecido la unanimidad de las opiniones para asignarle jerarquía de flor nacional, por lo que las predilecciones, como se ha puesto de manifiesto en las encuestas y concursos llevados a cabo.
Que además no existe la posibilidad de que una determinada planta abarque sin solución de continuidad toda la extensión del país por la diversidad de sus condiciones climáticas y ecológicas.
La leyenda del ceibo
Hay una leyenda narrada por la tradición oral sobre el ceibo: Cuenta la leyenda que en las orillas del Paraná vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Aunque era fea, en las tardes veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
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